lunes, 12 de mayo de 2008

Madrid Rock - El hogar de los melómanos madrileños

Si hay algo de mi infancia y adolescencia que recuerdo con anhelo y cariño, son las visitas continuadas a la tienda de discos Madrid Rock, concretamente la que se encontraba en Gran Vía, pegadito al McDonald's.

Mi paciente madre, conocedora de mi hambre melómana y dadivosa como ella sola, me acompañaba con yo apenas 13 años a esta tienda para saciar mi gula musical(estoy hablando de hace 15 años, Internet no había llegado a los hogares). Cogíamos el autobús y en cuestión de más de una hora nos sitúabamos en la cálida y acogedora tienda, la cual casi consideraba mi segunda casa, dado la cantidad de horas que pasaba en sus instalaciones. Mientras miraba absorto las portadas de los cds y con los dedos comprobaba los situados detrás del que quedaba en el frontal, mi madre me seguía sin rechistar, con templanza.


Imagen de archivo del Madrid Rock

Recuerdo la tienda de memoria: tenía tres plantas. Abajo, para las películas y la música clásica, VHSs, DVDs y también algo de merchandising. En la planta 0 estaba la chicha, todos los cds internacionales, una basta colección que era la más completa de todo Madrid, y quizás España. Ni el FNAC se podía vanagloriar de disponer de tal catálogo.
Además, sus precios sí que eran algo más asequibles, muchas veces más económicos que en el FNAC, donde te garantizaban (y con todo el morro del mundo lo siguen haciendo hoy por hoy) el precio mínimo garantizado.
Bien es cierto que con la proliferación de la piratería, el precio medio de un cd se disparó sobremanera, pasando del standard 15 euros a 18 euros de novedad. Y siguen pidiendo eso por ahí, porque ayer mismamente, que pasé por el FNAC de Callao ví el nuevo cd de Madonna al precio "ganga" de 17,95 euros. Lo gracioso (por no decir triste) es que luego uno va por internet a la tienda británica cdwow (y como ésta hay muchas) y te sale el mismo cd por apenas 10 euros, gastos de envío incluídos. Y esto sabiendo como todos sabemos que los ingleses ganan muchísimo más dinero que los españoles, que allí el nivel de vida es mucho más caro. Esto es algo que no es nada nuevo bajo el sol, y la SGAE es conocedora de tal situación, pero no hacen nada para evitarlo y los precios se siguen inflando exageradamente.

Volviendo a mi querido Madrid Rock; según entrabas por una de las varias puertas de acceso, a la derecha estaban las novedades, todas puestas en una pared. En cuántas ocasiones habré corrido hasta esta sección buscando un CD que ansío comprar. Un CD o un cassette, que también los llegué a comprar (parezco un abuelo contando batallitas). El precio de un cd rondaba entre 2000 y 2500 ptas - 12 y 15 euros - (algunos casos 2795 ptas. o más- los de importación) y el del cassette unas 1500 ptas o 1795 ptas.
Así, que siendo el inocente infante que era por entonces, con la paga de mis padres en los bolsillos o sin querer abusar de mi generosa madre, en rara vez me podía permitir hacerme con el CD, por lo que me tenía que conformar con el cassette, que aunque a veces se quedaban enganchados y no sonaban igual de bien, los había que no tenían nada que envidiar a los compactos.
Basta decir que antes los reproductores de cassettes eran mucho mejores que los que hay ahora y el sonido era espectacular.
Actualmente es un soporte en desuso al cual no se le presta la mínima atención y las cadenas de música que aún incorporan reproductor de cassette tienen unas prestaciones pésimas.

Al fondo de la planta cero estaban las ofertas, que solían estar a unos seis, siete Euros. Una sección que apenas variaba de contenido y que por más tiempo que dejaras pasar siempre te encontrabas con los mismos cds situados en la misma posición. Por aquí, por la zona de ofertas también andaban los posters.
Arriba en su tiempo estaban todos los cassettes. Recuerdo que, por ejemplo, allí me compré el cassette de Amaral, su primer disco, allá por 1998, a una 1795 ptas, unos 10 euros y pico (un pastón). Me lo compré después de haberles visto en concierto en la sala Galileo Galilei y haberme quedado fascinado.
En esta planta estaban también los cds de música latina, las bandas sonoras, los maxi singles en CD y en vinilo y un plato de disco para que los DJs probaran los vinilos.

Sería capar de recorrer toda la tienda hasta con los ojos cerrados. Tremendo local que era.

Cuando la piratería llegó a España de mano del top manta, en el surgimiento imparable de Internet, fue una salvación para todos los que gastábamos de sed melómana pero que nuestra economía no nos permitía contentarnos en demasía. Aunque eran cds que sonaban mal, grabados en torres de más de diez unidades haciendo copias al vuelo a 24X y que para más inri a veces no eran el que prometían en la portada, que querías el de Presuntos Implicados y te habían metido el de Camela ... pues aún así, los comprábamos (yo reconozco que compré algunos, pero en toda mi vida, no llegarán a más de cinco). El problema era que si sonaba mal, que era lo normal, luego a ver a quién reclamabas, no te ibas a recorrer todo Madrid buscando al moro y su manta, que no era plan. Total, te había costado "sólo2 3 ó 5 euros, que eran lo que pedían al principio, cuando los vendían en caja de plástico y no en cutres sobrecitos.

Hay una cosa clara, clarísima, evidente. La piratería fue un boom y el usuario común vió un filón para ampliar su colección musical.
La SGAE, en vez de defenderse y contraatacar, se quedó de brazos cruzados, sin eximir a la policía de todo este asunto. Los precios seguían siendo igual de prohibitivos y la piratería andaba a sus anchas por todos los rincones de Madrid. Si es que recuerdo que incluso había puestos del top manta en la puerta del Madrid Rock, si es que era alucinante. Y lo tenían bien fácil para combatir, ya que los soportes de los top manta eran horribles, como ya he dicho, unas grabaciones chapuzeras. Con que hubieran reducido un poco los precios la historia sería diferente. Los melómanos adictos como yo seguiríamos haciéndonos con copias originales (yo sigo haciéndolo, pero no precisamente me hago con ellas en tiendas españolas) y la industria seguiría en auge y muchas discográficas aún abiertas. Y mi Madrid Rock podría estar abierto.

Pero eso es otro cantar, porque aunque en muchos medios como el ABC o El Mundo se anunció que la piratería era lo que había acabado con el Madrid Rock, eso no es del todo cierto. Se puede decir que favor no les hizo, pero como constataban los propios trabajadores despedidos (46 personas), las ventas no se habían reducido, ellos seguían cobrando las mismas comisiones por ventas que hace años.


Foto tomada el 11/05/08, localización del antiguo Madrid Rock. Hoy un Bershka.


El dueño del Madrid Rock puso los ojos con la forma del dólar, como pasa en los dibujos animados, cuando Inditex le ofreció un dineral considerable por su local. Y lo vendió. Especulación económica, ni más ni menos. Nada de "no hemos podido hacer nada para sobrevivir ante esta hecatombe tecnológica" o "las ventas están siendo irrisorias". Al tío le dijeron una cifra y su amor por su local con más de 15 años por delante se volatizó en un segundo.
Como ha pasado con tantos locales entrañables del viejo Madrid, restaurantes míticos como Carmencita en Chueca, cambiado por italianos de cadena o en Barbieri, por The Wok o Wagaboos varios. La mierda de la globalización, que acaba con todo el encanto de los barrios, y con la diversidad y la amplia gama de elecciones. Y esto es sólo el principio, se avisa.

Cerraba Madrid Rock y durante varios días, el último superviviente de la cadena (que tenía tiendas hasta por la calle Mayor y en Sevilla, Sevilla Rock) vendía las unidades que se resistían en exposición.
Al poco tiempo de cerrarlo, con celeridad, abrían un triste Bershka, como si no hubiera pocos ya por la ciudad. El monstruo de Inditex que lo devora todo.

Jamás he vuelto a entrar en ese local, ni me he atrevido ni he querido. Porque allí donde ahora hay ropa para chicas, yo seguiría viendo mis compact discs y cassettes. Mis novedades a la derecha, mis ofertas al fondo(aunque siempre estén las mismas), las cajas para pagar a la izquierda... Esos largos ratos mirando la agenda de conciertos puestos en un tablón negro con letras blancas.
El cocodrilo de Madrid Rock fue exterminado y con él muchos ratos inolvidables de ilusión para los amantes de la música.
Espero que al dueño de la tienda le haya sentado bien el dinero y se haya hecho algunos cruceros, porque a muchos de los que visitábamos la tienda , nos dejó sin un hogar.

3 comentarios:

Justo dijo...

Qué homenaje más bonito. Madrid Rock era mucho más que una tienda de discos, era un punto de encuentro, se generaban cosas y para mucha gente de fuera que venía una referencia ineludible.

Coincido contigo: cuando abrió esa mierda que hay ahora, me juré que nunca pondría allí los pies, y así será, aunque fuera la última tienda de ropa que quede en el mundo.

archer dijo...

Gracias por el comentario, Justo. Realmente tenía ganas de hacer esta pequeña referencia a uno de los sitios referentes de mi adolescencia. Curiosa tu indicación sobre la gente de fuera que acudía a esta tienda, la cual disponía de un amplio catálogo, sí que es cierto.

Deberíamos hacer boicot a esa "mierda que hay ahora". No a la globalización!!!

Mocho dijo...

Hola, salto a esta entrada de hace unos meses desde el blog de Justo.

Mis fines de semana durante años pasaban obligatoriamente por Madrid Rock. Me repasaba las tres plantas de pe a pa. La planta de música clásica era excelente. Si no encontrabas algo removían Roma con Santiago para buscártelo. E incluso por un disco que por ambigüedad podía estar en cualquiera de las tres plantas (uno raro de musicales de oferta cantado por un cantante de ópera, pongamos) un dependiente estuvo recorriéndoselas hasta que me lo trajo. Hazle eso ahora a los de la fnac, que te responden con un "si no está ahí no lo tenemos".

En fin.
Sé que lo de la piratería fue la excusa y aunque me cabreó el cierre, lo que más más más me cabreó fue que la cadena de tiendas de discos de barrio MF cerró justo antes y nadie dijo ni mu ni en prensa ni en la tele ni leches.

Y MF sí que sufrió directamente la piratería.

En fin...

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